Me emociona cuando nuestra ciudad, a través de sus instituciones culturales, demuestra que se pueden presentar en nuestros foros artistas del medio operístico de primer nivel y en plenitud de carrera. Algo que no siempre ha ocurrido en el pasado cercano; hemos visto tenores en declive y aunque la emoción del recuerdo es muy humana, nada como ver y escuchar a alguien que está en la cima de su carrera artística como Elina Garanca (y como también lo ha demostrado en varias ocasiones Javier Camarena).

La mezzosoprano letona se presentó gracias a las gestiones del Patronato de La Superior y  el Mexico Opera Studio con el apoyo de CONARTE, entre otros.

Garanca se presentó con la Super Filarmónica de la ESMYD en un programa que fue desde la cantata (1ª parte) a la ópera, zarzuela y canción mexicana (2ª parte). Para este cometido Garanca fue acompañada en la corta primera mitad por Abdiel Vázquez, director titular de la Super y en la segunda mitad, mucho más larga, por Constantine Orbelian, director de orquesta estadounidense de origen armenio. También participaron voces del MOS, acompañando a Garanca en algunos números de la ópera “Carmen” de Bizet. Igualmente el Coro Nuevo León, dirigido por Juan David Flores,  contribuyó, discretamente, en algunos números incluyendo la Rapsodia para Contralto de Johannes Brahms, quizás su momento más destacado y fino.

La velada abrió con una buena lectura de la Obertura Festival Académico de Johannes Brahms, la Super Filarmónica de la ESMYD, reforzada con gran acierto para esta ocasión, nos mostró sus mejores cualidades; alientos y metales de buen nivel (salvo el gayo ocasional en los cornos) y unas cuerdas que sonaron reforzadas aunque ocasionalmente los violines desplegaban un sonido menos lustroso. Es una pena que se haya optado por microfonear a la orquesta, afortunadamente esto no distorsionó el sonido de Garanca, que finalmente era lo que los presentes queríamos escuchar.  

La primera parte concluyó con la Rapsodia para Contralto, quizás el momento más sublime de la noche; Garanca cantó con un fraseo de gran emoción y unos matices que acariciaron esta música encantadora de Brahms. Aquí el coro logró una buena emisión y canto de gran sensibilidad. Vázquez fue cuidadoso con la modulación del sonido de la orquesta y su versión me pareció de tiempo ideal; expansivo y lírico.

La segunda parte nos presentó un cambio de director; Consantine Orbelian, colaborador usual de Garanca en este tipo de programas, sacó un sonido a la orquesta mucho más rico y pleno de lo que escuchamos en la primera parte. Comenzó con un espléndido Bacanal de “Samson et Dalila” de Camille Saint-Saëns; comenzando con un espléndido solo de oboe, fraseado con gran belleza y continuado con majestuosas sonoridades en los metales. La reverberación de la orquesta, ocasionada por el microfoneo, desafortunadamente afectó el sonido de las percusiones que quedaron un poco desdibujadas. Siguió la magnífica aria de esta ópera “Mon coeur s’ouvre”; sin lugar a duda una de las mejores versiones que he escuchado en vivo; la voz sedosa de Garanca, cálida pero inteligente (una cualidad difícil de explicar), un fraseo acariciante, seductor, una presencia en escena elegante pero dinámica (actuó la mayor parte de sus arias o escenas). Las dinámicas de Garanca son tan tersas y su control vocal pasmoso. Cuando canta en fortissimo la voz se despliega vibrante. El acompañamiento de Orbelian respiraba con ella, quehacer musical de gran complicidad.

Continuó el aria “Acerba volutta” de la ópera “Adriana Lecouvreur” de Francesco Cilea; fue grato escuchar este momento de gran dramatismo. Aunque el repertorio francés le queda al dedillo a Garanca, a través de ese canto limpio, sin ningún sonido excedente, y ese temperamento que deja en cada momento, convenció al público que ya le había tributado una ovación tremenda desde el aria anterior.

Siguió un bloque de canto español que comenzó con la Danza Ritual del Fuego de Manuel de Falla, solo para orquesta y continuó con la canción “Lela” de Rosendo Mato, la cual fue cantada en gallego; una canción nostálgica, pero donde verdaderamente encantó fue con la “Canción de la Paloma” de la zarzuela “El barberillo de Lavapies” de Francisco Barbieri; obra de gran vitalidad y candor; Garanca cantó con un timbre seductor, ritmo vivo que hizo caer al teatro.

La última parte del programa fue dedicada a Bizet y su inmortal “Carmen”; comenzó con una versión viva de la primera parte del preludio; de ahí pudimos escuchar los tres grandes números del personaje principal; la Habanera del primer acto, con participación del coro que se escuchó como si estuvieran cantando fuera de escena; Garanca encarnó escénica y vocalmente a la gitana con timbre carnoso, seductor pero también dándole un cierto aire de aristocracia al trágico personaje (lo cual en mi opinión es bueno ante la vulgarización que a veces vemos). Siguió un número para cantantes del MOS donde Alejandro Paz, barítono, cantó los couplets de Escamillo (con participación sólida de Valeria Vázquez, Priscilla Portales y Luisa Mordel). Paz se fajó con todo, considerando con quién estaba compartiendo la escena; desplegó un timbre agradable y buen fraseo. La Seguidilla unió la voz de Garanca con la del tenor Rafael Rojas, quien mostró gran presencia escénica e igualmente un timbre melifluo que contrastó bien con el torrente seductor de Garanca. Finalmente Garanca cantó sola la “Canción Bohemia”; qué lección final nos dio con este número; dinámicas a su antojo, timbre pleno, voz media, coloratura y compromiso escénico que incluyó algunos gestos de baile flamenco.

El público, que llenó el Teatro de la Ciudad, aplaudió a rabiar; Orbelian, con su bonhomía, conminó a pedir encores: así se sucedieron el aria de las carceleras de “Las hijas del zebedeo” de Ruperto Chapí; candorosa, con fiorituras endiabladas y que Garanca despachó como si se hubiera formado en zarzuela. No faltó Granada de Agustín Lara, cantada con toda la dignidad que a veces pierde esta magnífica canción y finalmente cerró con una versión pastosa de “O mio babbino caro”; la voz media recordó a Tebaldi, sin tener la ligereza usual de quien aborda esta aria.

Una noche que será difícil de olvidar y superar; una muestra del más alto canto operístico posible en nuestros días.