NIELSEN Y LA OFUNAM

El 3 de marzo tuve la oportunidad de escuchar en Ciudad de México a la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México, a la OFUNAM. Este concierto me ha provocado uno de los mayores deleites de los últimos tiempos, principalmente por la conjunción de una dirección bien pensada, bien trabajada, que sabía lo que quería con la música en las manos del maestro y un ensamble que quizás es uno de los dos o tres mejores de nuestro país. Desde la Suite del ballet Estancia del argentino Alberto Ginastera, tuvimos la oportunidad de escuchar música hecha tanto con la técnica como con el sentimient; magníficas las intervenciones de sol las intervenciones solistas de algunos de los atrilistas de este ensamble como es el caso del piano,  maderas como la primera flauta o el clarinete principal,  glorioso trabajo de los timbales. En fin, en las manos de Ludwig Carrasco, la OFUNAM nos presentó una lectura viva, pero considerando el elemento dancístico de la obra; los tiempos nunca fueron excesivos y esto permitió recargar la concepción musical en las sonoridades, los contrastes y un quehacer expresivo.  Los músicos parecieron disfrutar mucho esta visita a  Ginastera: el público aplaudió con gran entusiasmo el comienzo de este concierto. La segunda obra, Noches en los Jardines de España, de Manuel de Falla, nos presenta un escenario onírico que nos lleva a ciertas vistas impresionistas de España, sus jardines y sus noches, una especie de poema sinfónico en tres partes para piano y orquesta.

La obra encontró en Noelia Rodiles, a una gran intérprete de la partícula. La figura menuda, delicada, de la artista traslució a través de esa filigrana y toque diáfano que desplegó desde En el Generalife hasta las figuras nerviosas pero finas de Danza lejana; Rodiles y orquesta se retaron a tocar con dinámicas sutiles y únicamente cuando la orquesta se exaltaba “En los jardines de la sierra de Córdoba”, dejamos de escuchar en algún momento el piano de Rodiles a pesar de eso pudo hacer sonar con  muscularidad el pasaje violento de gran carácter gitano.  Su técnica es impecable y los pasajes de mayor dificultad de esta obra no le provocaron mayor problema, además fue notable su gran conciencia del sentido del color de su instrumento.  Fueron momentos muy especiales de una interpretación y que provocó un magnífico encore que dejo ver otras de las cualidades de Rodiles en el repertorio romántico de principios del siglo XIX, de Felix Mendelssohn y su cauderno de las canciones sin palabras, interpretó la canción de la góndola veneciana; igualmente en una interpretación sutil y lánguida.

Finalmente, el concierto concluyó con una versión amplia, expresiva, de parte de la OFUNAM y la batuta de Ludwig Carrasco de la Sinfonía No. 2 de Carl Nielsen, conocida como “Los cuatro temperamentos”.  Si bien todavía hay quienes tienen poco acercamiento con la música de este gran compositor, el convencimiento con el que se abordó esta partitura seguramente dejó muy impresionados a aquellos que se topaban con esta música por primera vez. Inicialmente tuvimos un Allegro collerico poderoso, mesurado, que sirvió de punto de referencia respecto a la visión de Carrasco de la obra; el pulso firme pero atemperado privilegió el cuidadoso dibujo temático, asumiendo también ciertos bloques sonoros, pero siempre con una gran nitidez.

De esta forma, aunque es posible interpretar un Nilsen de carácter más ligero, la versión que nos regaló Carrasco fue coherente y al final terminó convenciendo. El segundo movimiento, muy ligero, despreocupado, Allegro comodo e flemmatico, contrastó por su ligereza con el Andante malinconico que se convirtió en una piedra angular de la construcción de esta obra. Este tercer movimiento fue un momento desgarrador en donde los cornos y trombones se dejaron escuchar soberbiamente, así con los golpes de timbal y la intensidad de las cuerdas; las sonoridad general del ensamble fue notable. Concluyó con un Allegro Sanguineo que concluye la partitura despreocupado, si bien igualmente en un tiempo moderado, supo imprimir ese contraste que es fundamental en la estructura de esta sinfonía. Pudimos disfrutar de ciertos elementos de ingenio, de humor típicos de Carl Nielsen, pero sin descuidar que estamos ante una sinfonía y no un divertimento. El público aplaudió con gran entusiasmo, entusiasmo que fue replicado también desde mi punto de vista de parte de los músicos. Llama la atención cuando uno se encuentra a un grupo de músicos que reconocen una labor bien realizada de parte del director invitado del programa específico.