Estimados amigos;

A partir de hoy, semanalmente estaré compartiendo esta columna con ustedes en la cual abordaré diversos temas de interés referentes a las artes y la cultura. Frecuentemente dedicaré el espacio para hablar de mis pasiones como la música clásica, la ópera, el teatro, los libros y algunos otros temas que podrán ser (o no) de interés. Está de más decir que las opiniones compartidas por este medio son propias y de nadie más. Tendré mucho cuidado en tratar de no abordar sobre proyectos institucionales o referentes a mi gestión pública actual.

“Anita” de Melesio Morales con el Mexico Opera Studio

Tuve la oportunidad de asistir a la función del 26 de enero de 2024, como parte de la serie de funciones de la reposición de la ópera “Anita” de Melesio Morales, quizás el más grande compositor mexicano de ópera del siglo XIX. Un año antes había escrito entusiasmado sobre la reposición de esta ópera que en su momento fue rescatada por Fernando Lozano. Compuesta para ser estrenada en 1903 por la compañía de ópera de Napoleón Sieni,  en la Ciudad de México, la suerte de Anita fue injusta: a pesar de que los preparativos de su producción llegaron hasta los ensayos previos al estreno, esta no pudo ser estrenada. En una carta del 26 de noviembre de 1904, en la cuál Morales revoca el contrato con la compañía Drog (promotora), este apunta a deficiencias individuales y colectivas de la compañía.

Al escuchar atentamente esta obra uno se da cuenta de que las exigencias vocales son para cantantes de primera línea. La música de Morales es de estilo italiano (como él mismo lo asentó) con un sentimentalismo mexicano característico de este maestro. Se trata de una ópera muy agradable con libreto en italiano de Enrico Golisciani, algo muy usual en la ópera mexicana de este tiempo (la cuál se cantaba en italiano y ocasionalmente en francés). La historia nos lleva a los tiempos de la Intervención francesa.

La historia es un triangulo amoroso entre Anita, que ama a Gastone,  oficial francés y Rodrigo, oficial mexicano que ama a Anita. Las consecuencias de este amor entre facciones nos llevan a un trágico desenlace.

Cada uno de los cuatro roles principales tiene una aria o escena de lucimiento. Después de un año somos podemos atestiguar la madurez de los cantantes en el abordaje de sus roles, comenzando por Valeria Vázquez, que posee una voz amplia, vibrante, de gran poder en el registro alto. Su timbre lírico con algunos matices oscuros apunta indudablemente a Verdi y Puccini. Su gran aria la cantó con un fraseo emotivo y la caracterización de Anita conmovió al público hasta el trágico desenlace. A su lado, Rafael Rojas desplegó una de las voces de tenor más interesantes y gratas que hay de entre los de su generación; fue un deleite escuchar ese canto comprometido, emocionante, en la escena de la prisión. Es una voz que habrá que seguir de cerca. El punto climático de la obra fue para mí el dueto final entre Anita y Rodrigo, aquí la inspiración de Morales se eleva a un nivel que no desmerece frente a otros contemporáneos suyos más famosos. Aquí las voces de Vázquez y Rojas se conjuntaron espléndidamente; un gran momento artístico.

 Me llama la atención que en esta ópera Morales parece haber asimilado a los veristas italianos y su estilo ha tenido un cambio respecto a lo que escuchamos en sus óperas de décadas previas como Ildegonda, eminentemente romántica-belcantista.

Isaac Herrera, como Rodrigo, exhibió un timbre grato de barítono lírico aunque a momentos se escuchó cansado (me dicen que era el segundo día consecutivo que cantaba pero esta música requiere descansar la voz entre funciones). Su presencia escénica fue muy acertada al igual que la de Raúl Morales, este último ha sido para mí un gran descubrimiento: no solo su presencia escénica es notable, Morales posee una voz de barítono-bajo de gran sonido, redonda en todo su rango, de gran musicalidad. Como Manoello, hermano de Anita, logró encontrar matices de mayor ternura en su aria del segundo acto, en contraste con su canto y caracterización violenta del primero.

El Coro del MOS lució en las escenas de guerra y el triunfo mexicano y cantó un himno final de forma simplemente emocionante. Tras las muertes finales, el pueblo mexicano irrumpe victorioso en un cuadro patriótico. Morales hace una variante del Himno Nacional (la música es de Morales) con el texto original; esta versión es tan pegajosa que bien podría sustituir al de Jaime Nunó.

La Orquesta del MOS, bajo la batuta de Alejandro Miyaki, desplegó un sonido homogéneo, con notables solos en los alientos y el carácter ideal, comprometido, en el rescate de esta ópera.

Los bailarines de la Compañía Titular de Danza Folklórica UANL bajo la dirección de Alejandro González, fueron un gran acierto en la escena de fiesta. Igualmente los  bailarines egresados de la ESDMD y actores invitados de la FAE UANL, redondearon la producción de Rennier Piñero, quien hace un planteamiento muy acertado para aprovechar el escenario y características del Auditorio Carlos Prieto: los elementos simbólicos como la bandera, los guiños a la contemporaneidad y la problemática del México de hoy, así como la presencia unificadora de la Vírgen de Guadalupe, fueron muy bien conseguidos. Muy notable la escena de la guerra y su riqueza visual.

Quizás de todos los proyectos emprendidos por el MOS, el rescate de ópera mexicana es el más valioso, debido a que esto se ha realizado con convencimiento y con mucho compromiso. No hay ningún estudio de ópera o compañía en México, que haya llevado a cabo tantas presentaciones de Anita y que esto parte de un proyecto del norte del país, nos debe de llenar de orgullo.