En estos días tensos de la ciudad de Monterrey, provocados por la inoperancia de las autoridades ante los absurdos bloqueos de avenidas, tener el regalo de escuchar un programa completo de Beethoven es un privilegio del que toda la población hubiera resultado beneficiada. Pero como estamos en Monterrey, la presentación de Jörg Demus con la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Nuevo León no tuvo una respuesta unánime del público; Si bien la entrada fue buena para los estándares de la orquesta, ¾ de un auditorio para ver a una leyenda del piano me parece mediocre.
El programa inició con la sinfonía #6 en Fa Mayor, Op.68 llamada la “Pastoral”. Una de esas obras que todos los amantes de la música conocemos desde los primeros años. La obra fue estrenada en 1808 un 22 de diciembre en conjunto con la 5ª sinfonía. Si bien la obra es un “recuerdo de la vida en el campo” Beethoven deseaba que cada oyente formara su propia conclusión de cada movimiento. Hoy en nuestros días, algunos de sus elementos nos parecen más crípticos que hace 200 años. Las excelentes notas del Maestro Silvino Jaramillo desentrañaron las imágenes de esta obra cargada de humor y evocaciones. Está escrita en 5 movimientos. Los tres últimos se encadenan.
La lectura de Félix Carrasco me pareció diáfana y delicada. La delicadeza con la que tomó el célebre tema inicial allegro ma non troppo sentó las bases de una estructura cuidada que sólo se comprometió ligeramente en el final. El segundo movimiento Andante molto mosso mantuvo el carácter sereno de la ejecución con un tiempo fluido, dinámicas tersas y el solo de fagot al presentar el segundo tema en pianissimo. Aquí el timbre de Alfredo Mojíca sonó aptamente rústico. La intervención de Jazmín Gallegos en la flauta fue sobresaliente, el timbre de su instrumento es puro y argento. Las imitaciones del canto del ruiseñor estuvieron bien conseguidas.
Con el Allegretto salieron a relucir algunos de los problemas de la interpretación; Cuerdas estridentes e inconsistentes. Es notoria la caída en calidad de la sección de violines. El landler sonó demasiado apresurado. Con el Allegro de la tormenta se recuperó la autoridad de la interpretación; dignos redobles de timbal, trombones templados y cortantes, maderas impecables. El Allegretto final con su canto de acción de gracias retornó a los desajustes; David Warnke que hasta el momento había tocado su corno con aplomo se perdió en su entrada. El pulso del movimiento se perdió ligeramente pero en el pianissimo conclusivo la orquesta se repuso para terminar triunfalmente en el doble acorde final.
Es justo apuntar que Carrasco que es un intérprete seguro de Beethoven, su compenetración con este compositor es patente y sus lecturas nunca carecen de interés. A través de su batuta poco elegante, de movimientos rígidos y expresividad enérgica, Carrasco dibujó un Beethoven romántico.
El concierto para piano y orquesta #5 en mi bemol mayor, Op.73 llamado “El Emperador” es una de esas joyas de repertorio que todo el mundo ama. Fue escrito en 1809 en plena guerra contra Napoleón. Gracias a su amigo el Archiduque Rodolfo, Beethoven pudo salir de algunos apuros económicos y terminar la obra. Este “Gran Concierto” en palabras del propio compositor inscribe definitivamente el modelo del concierto romántico para piano y orquesta.
Lo especial de la noche fue escuchar al legendario pianista austriaco Jörg Demus. Con una carrera larga que lo convirtió en uno de los grandes pianistas del siglo XX, Demus colaboró con músicos de la talla de Josef Krips, Wilhelm Kempff, Arturo Benedetti Michelangeli, Elisabeth Schwarzkopf, Dietrich Fischer Dieskau y Paul Badura-Skoda.
Demus llegó a Monterrey para continuar las celebraciones por su 80 aniversario y ciertamente el concierto “Emperador” fue una obra ideal. Desde su entrada, en la cadencia inicial del allegro, Demus mostró un temperamento excepcional y una flexibilidad admirable. El tutti orquestal siguiente de pulso vivo estableció el carácter de la ejecución. Demus sorteó imbatible la dificultad de la extensión del teclado en este concierto y aún posee unos trinos de ensueño. En ocasiones, rubati generosos y staccatos imprecisos revelaban la edad del pianista pero su fraseo y conocimiento profundo de la obra son de una escuela prácticamente extinta. El adagio un poco mosso, bello, sereno, recibió lo mejor del toque poético de Demus. Un ímpetu juvenil desencadenó el allegro non troppo final que poseyó una comunicación espontánea entre el solista y la orquesta. El carácter brillante y apoteósico del movimiento fue secundado por la batuta de Carrasco. La cadenza breve fue un golpe de juventud de Demus que desencadenó los aplausos de pie que le tributó el público asistente, algo bastante común entre un sector poco demandante que aplaude de esta forma por cualquier cosa pero que en esta ocasión fue justificado. Demus regresó una vez más para interpretar una bagatela de Beethoven.
El concierto fue grabado en vivo y saldrá a la venta en formato de CD. Aparentemente darán algunos retoques en grabación posterior. Creo que es el tipo de concierto que merece más quedar en nuestras evocaciones que en el crítico y aséptico mundo de las grabaciones. Es ahí donde permanecerá viva la leyenda…