Estimado lector; permíteme compartirte una noticia singular del mundo de la ópera:

El Pasado 16 de septiembre comenzó la nueva temporada de la Ópera de Paris con la primera presentación en este teatro de la ópera “Mireille” de Charles Gounod. La nueva producción es de Nicolas Joel quien además es el nuevo director de esta histórica compañía y establecimiento de ópera.

Me llama la atención que la ópera de Gounod, la cual data de 1864, haya dado de qué hablar. La puesta en escena de Joel respeta perfectamente el libreto de Michel Carre y nos muestra algunas escenas encantadoras que sugieren (mas no copian) a la soleada y poética Provenza impregnada del aroma a lavanda, arrogante con sus campos de girasol. La ópera de Gounod está inspirada en el poema provenzal de Frederic Mistral.

La producción de Mireille ha contado con un reparto sólido y una brillante dirección orquestal de Marc Minkowski. Pero las reacciones no se han dejado esperar; durante los aplausos finales Joel fue abucheado por un sector del público. Sin embargo, según otros comentaristas, la obra ha sido aplaudida con entusiasmo que ha ahogado los gritos de discordia. La crítica de Renaud Machart en Le Monde ha sido sobria y poco entusiasta con lo que se percibe como “una nueva etapa conservadora” de la Ópera de Paris. Algunos comentarios del público asistente han contribuido más a alimentar la idea de “snobs” que se tiene de los parisinos; han comentado que “Mireille” no tiene la calidad para abrir una temporada. Otros sienten nostalgia por caballitos de batalla del siglo XX como “Wozzeck”, “Lulu” o “Salome”. Otros ven a Mireille como una obra de provincia.

Se han dicho muchas cosas de “Mireille” algunas de las cuales únicamente se han limitado a repetir lo que han escrito comentaristas que no conocen la ópera. La ópera tuvo un estreno problemático que llevó a Gounod a compactar la obra de cinco a tres actos. Fue hasta que años después la obra se constituyó en pieza fundamental del repertorio de la Opera Comique de Paris. No se puede hablar entonces de que esta ópera ha tenido “escasa popularidad” como dice George Loomis en su (por lo demás) buen artículo para el New York Times. Podríamos ver esta producción de Mireille como una alternativa fresca y nostálgica a las pretenciones de Gerard Mortier anterior directo de la ópera de Paris.

Pero no me desviaré más en la polémica concerniente a la ópera de Paris sino más bien hablaré de la encantadora obra de arte que es Mireille de Gounod.

La música de Mireille es poética de principio a fin. Creo que en este respecto Gounod cumple con su cometido. Los espíritus del Ródano en el tercer acto son representados por música atmosférica y de media luz al igual que la representación del majestuoso río Ródano y sus orillas encantadas. Hay un fuerte sabor folklórico en esta ópera y sin lugar a duda esto ha constituido un problema para varios oyentes que prefieren una música más neutral – bien podríamos decir universal – en sus óperas. Una de las principales virtudes de la partitura de Gounod es la fluidez de las escenas, especialmente los primeros dos actos. En este respecto Gounod amplía los hallazgos de algunos momentos de sus dos grandes trabajos anteriores; “Le Medecin malgre lui” y “Faust”.

Soy consciente que la ópera es una cuestión de gusto. No sólo como género sino en la misma exploración de su universo. He amado a “Mireille” desde que la escuché por primera vez. Entre los momentos memorables están la obertura, el dueto del primer acto, el dueto de Magali en el segundo acto, la farandola, la gran aria de Mireille, la canción de la bruja Taven, la canción de Ourrias, el fiero monólogo del padre y el gran ensamble final, en el acto tercero el arioso de Ourrias, su dueto con Vincent y los coros de espíritus. En el cuarto acto la museta y canción del pastor, el aria de Mireille que imita el sonido de las cigarras, el tour de force de la escena de Mireille en el desierto del Crau y finalmente el aria de Vincent y ensamble final. La música de la ópera es muy cercana en su fluidez y lucidez temática a las dos sinfonías clásicas de Gounod (lo cual desde mi perspectiva es una virtud)

Sin temor a exagerar “Mireille” representa lo mejor del arte gounodiano. James Harding, biógrafo de Gounod, y un hombre que no temía señalar también las debilidades del compositor francés, apuntó a Mireille como uno de sus trabajos imprescindibles.

“Mireille” se erige junto a “Faust”, “Romeo et Juliette” y “Le medecin malgre lui” como las mejores óperas compuestas por Gounod. (Podríamos añadir algunas páginas de Sapho, Philemon et Baucis” y “La Colombe”.) Sería ingenuo negar que la música de Gounod no atraviesa su punto máximo de apreciación. Su obra no nos presenta el drama de altas temperaturas, la sangre verista o las armonías exacerbadas de la ópera de principios del siglo XX. Pero es impensable el desarrollo de las óperas de compositores como Ravel, Debussy, Charpentier, Rabaud, Faure o Poulenc sin los caminos propuestos por lo mejor de Gounod.

Mientras la belleza sea considerada un anhelo para el ser humano, la música de Gounod no se perderá en las aguas del olvido.