Brezos, musgo, caminos sinuosos a lo largo del paular, parajes de roca volcánica, montañas escarpadas, riscos, planicies verdes, rocas cubiertas de musgo ardiente, riachuelos frescos. Esa es la Islandia que nos comparte Thor Vilhjàlmsson (1925-2011) en su excepcional novela “Arde el Musgo Gris” publicada en español por Nórdica Libros.
La obra nos relata la historia del juez Asmundur en un difícil caso rural; el incesto de dos hermanastros, Saemundur Fridgeir y Solveig Susanna, que han procreado un hijo. Su paso por la campiña islandesa y su naturaleza inmensa e impenetrable queda bien ilustrada así como las reminiscencias poéticas (pues el juez es poeta también) que nos contribuyen a crear un cuadro formidable del espíritu islandés.
Y es que el trabajo de Thor Vilhjàlmsson está inspirado en la figura histórica de Einar Benediktsson (1864 – 1940) abogado, poeta, impulsor del desarrollo islandés así como editor del primer diario de este país. La novela nos lleva a esta Islandia campestre de principios del siglo XX. Pero no es menos magistral la descripción humana; el pueblo islandés en su rústica y perseverante integridad. La simpleza campestre aliada a la fortaleza. Thor integra en su novela algunas leyendas islandesas y paisajes oníricos que atormentan a Asmundur a lo largo de su caso.
La narrativa es poderosa, rica en descripciones crudas, el ritmo del libro es variable dada la brevedad de algunos capítulos. Hay vistazos al pasado que ayudan a redondear la personalidad de Asmundur y su relación con su padre también juez. Aún y con breves intervenciones los personajes secundarios están bien construidos. Podemos destacar al cura será Stefan y su entereza espiritual que contrasta con el mundo racional de Asmundur. La aparente simpleza de ese cura rural y su incapacidad de juzgar se convertirán en una lección de vida para Asmundur cuando su caso adquiera un sesgo trágico; el suicidio de Solveig, emocionalmente inestable tras el probable infanticidio de su hijo (este hecho no queda resuelto).
Los hermanastros son figuras trágicas, víctimas de su circunstancia y limitaciones; víctimas de las condiciones rurales. No encuentran en el férreo juez un atisbo de simpatía hasta que los acontecimientos desbordan su racionalismo occidental. Otro personaje fugaz destacado es la sensual amante de Asmundur en su exilio tropical tras su quiebre mental y físico ocasionado por el caso. Thor es un narrador excepcional de grandes recursos capaz de abrumarnos con la naturaleza islandesa o intoxicarnos de la sensualidad de los trópicos.
Algunos de los mejores momentos son los capítulos en los cuales el cura Stefan y Asmundur intercambian su visión del mundo, especialmente aquel capítulo en el cual el ministro trata de dar consuelo al juez a través del libro de Job tras el suicidio de Solveig:“Y ni siquiera puede hallar al poeta que lleva dentro, se lo impide la atroz responsabilidad del juez. La poesía será su salvación cuando haya entrado en las tinieblas sin encontrar el brillo de una luz”
Este momento así como el encuentro de Solveig con Asmundur en el tribunal se erigen a mí entender como el clímax de la novela. Dicha confrontación es un momento psicológico en donde se introduce la metáfora de Medea y Jasón. Si, puesto que Thor al mismo tiempo que voz islandesa es voz universal y ahí radica la belleza de “Arde el musgo gris”; incluso en las descripciones aparentemente lejanas de la Islandia de comienzos del siglo XX encontramos atisbos comunes que dan reflexión a nuestra humanidad. Racionalismo y espiritualidad, progreso y tradición, vigor y poesía. Quizá en el mundo actual necesitamos un poco de cada cosa.
Tras su muerte, acontecida el pasado dos de marzo, tenemos la obligación de leer a este gran literato, como ha dicho su amigo y traductor Enrique Bernárdez en el obituario que publicó El País:”Con él desapareció uno de los más grandes escritores islandeses de todos los tiempos y una gran figura de las letras europeas“.