Estoy convencido de que todos aquellos especialistas que han hablado de las sinfonías de Charles Gounod se han equivocado, substancialmente, en su apreciación.
“¡Un momento!” Dirás estimado lector. “¿Sinfonías de Gounod?” “¿Del compositor de Faust y Romeo y Julieta?” En efecto.
Tras el fracaso en 1854 de su segunda ópera “La monja sangrante” (¡¿Cómo es posible que Gounod haya confiado en un texto con este nombre?!) Gounod cayó en una depresión, por un lado deseaba triunfar en el ámbito operístico, por otro lado su profunda religiosidad lo encaminaba hacia el sacerdocio. Después de leer a San Agustín concluyó que la mejor terapia era componer música orquestal, y no se equivocó.
El resultado fue que en 1855 compuso un andante y un scherzo que se ejecutaron en un concierto en Paris. La recepción entusiasta lo motivó a completar la obra y convertirla en una sinfonía que fue estrenada el mes siguiente. Se trata de la Sinfonía #1 en re mayor la cual fue recibida con entusiasmo e inauguró una etapa de composición en la cual Gounod se alejó de la ópera por un buen tiempo.
Tras componer la Misa solemne a Santa Cecilia y algunas canciones deliciosas (entre las que se encuentra la “Serenata”) Gounod regresó al campo de la sinfonía en 1856 con su segunda en mi bemol mayor.
Se han dicho muchas cosas sobre ambas sinfonías pero no se las ha escuchado con cuidado. Usualmente se habla de la influencia de Haydn, Beethoven y Schumann. Jamás he leído que dichas sinfonías tienen la influencia de Gounod. Quien conozca la obra de Gounod a conciencia, desde su primera ópera Sapho, pasando por su Faust, Mireille, Romeo y Julieta, sus canciones, misas y cuartetos para cuerdas, se dará cuenta que las sinfonías de Gounod están escritas principalmente en el lenguaje Gounodiano.
Es cierto que se puede trazar una influencia de Haydn en el scherzo de la 1ª sinfonía, Schumann en la robustez y tema del Allegro agitato del primer movimiento de la 2ª sinfonía o Beethoven en la introducción lenta del mismo. Pero el lirismo, la elegancia, el optimismo y la cuidadosa armonía son de Gounod. Los temas son de Gounod.
Quien conoce la escena del jardín de Faust, desde la pequeña (y encantadora) aria para Siebel, la entrada de Faust y Mephisto y el aria de Faust encontrará los arquetipos melódicos en el larghetto de la segunda sinfonía. Algunas cadencias típicamente gounodianas se pueden escuchar en ambas sinfonías. El scherzo de la segunda es una especie de pequeña marcha grotesca que recuerda algunos pasajes de la noche de Walpurgis de Faust y que antecede a la “Marcha fúnebre para una marioneta”.
La primera sinfonía es reconocida como el modelo que utilizó Bizet para su propia sinfonía en do mayor. Es escandaloso el hecho que ambos trabajos de Gounod no sean tan interpretados y conocidos como el de Bizet. Algunos comentaristas perezosos lo achacan a la memorabilidad del material de Gounod. ¡Absurdo! Al momento que escribo esto tengo en mi cabeza el tema del allegro molto o el del scherzo con ligero sabor a Haydn. ¿Acaso no es irresistible la llamada de trompeta del allegro vivace final?
La primera sinfonía está muy cercana al mundo soleado y mediterraneo de Mireille, a la música de la arena en Arles. Romeo y Julieta también es reflejada en los momentos terzos y apasionados de ambas obras. Este apasionamiento no llega al paroxismo de los pasajes más cargados de sus óperas pero la ternura se presenta en una investidura clásica de estructura pero romántica de substancia.
Finalmente se ha comentado también que las sinfonías de Gounod parecen ser obras que al no aportar nada “nuevo” o “iconoclasta” pierden en interés. Vamos a ver; para comenzar Schumann murió el año en que Gounod compuso su segunda sinfonía por lo tanto ambas obras, si bien poseedoras de una lucidez clásica, son dignos trabajos de su tiempo. ¿Acaso toda la música debe ser desgarradora? ¿No hay espacio para el equilibrio o la ternura, para las armonías bellas y perfumadas? Gounod ha llevado al campo sinfónico un lirismo que únicamente se puede encontrar en las canciones y en la ópera. En este sentido emuló también a Schubert. Jamás se había escuchado tal elegancia francesa en una obra sinfónica. Músicos franceses de principios del siglo XX tomarán como modelo algunos elementos que Gounod cultivó con acierto, haciendo honor a sus cualidades.
Discografía recomendada:
Charles Gounod: The 2 Symphonies, Orchestra of St.John Smith Square, John Lubbock, ASV
(Esta grabación no ha sido superada en su equilibrio, cuidado y sonido)