Estimado(a) lector(a) que visitas la gruta; como amante-impulsor de la ópera siempre me he sentido como una especie de “patrono de las causas perdidas”. Reconozco que tengo una rara tendencia a explorar repertorio operístico poco usual y lo peor de todo, quedar enamorado de el. Esta característica molesta mucho a algunos amigos melómanos que tienen gustos pulcros y bien establecidos. Hombres más respetables y canónicos que un servidor. Por supuesto que varios de mis compositores favoritos están dentro de los listados operísticos ordinarios, pero el arte, como lo vida, es tan variado que es una pena reducir a dos o tres compositores un universo glorioso.
En esta ocasión quiero escribir sobre el compositor polaco Stanislaw Moniuszko. Moniuszko es considerado el padre de la ópera polaca y el más grande compositor de este género en el siglo XIX. Francamente él y Chopin fueron las figuras más relevantes de la música de esta país hasta la llegada de esa generación que vivió entre los siglos XIX y XX en donde nombres como Karlowicz y Szymanowski comenzaron a aflorar.
Quiero centrarme en la ópera “Straszny Dwor” o “La Mansión encantada” la cual es considerada como la obra maestra de Moniuszko. El compositor polaco trabajó tanto el género dramático como el cómico y en ambos casos ha dejado obras relevantes. Podemos recordar su drama “Halka”(Helena) que hasta se pudo escuchar en México durante los 1970’s en una gira de una compañía polaca. Si bien esa obra tiene música de gran calidad el refinamiento de “La Mansión embrujada”, el buen humor y el ambiente campestre la hacen una obra encantadora y sensiblemente superior a su hermana. Una contraparte polaca a “La Novia Vendida” de Smetana o “El Elixir de amor” de Donizetti.
Es sobresaliente la forma en la que Moniuszko concibió esta ópera. Las formas operísticas están bien conseguidas al igual que las masas corales y ensambles. La paleta orquestal de Moniuszko alcanza nuevas cimas y su naturalidad para escribir música fluida así como la incorporación de formas de danza típicas de Polonia hacen una obra memorable.
La influencia musical en Moniuszko es doble; por un lado hay algo de Carl Maria von Weber así como del belcantismo italiano. Pero estos lenguajes que podrían parecer difíciles de conciliar para un extranjero encuentran un equilibrio justo. Al final, el estilo de Moniuszko se impone pues únicamente alguien con el conocimiento de las formas de danza de su país y la construcción de caracteres regionales a través de la música podría llevar a buen término dicha obra.
La ópera fue compuesta entre 1861 y 1864. Fue iniciada durante un viaje a Paris donde Moniuszko conoció a Auber y Rossini. Se puede decir que hay una cierta elegancia parisina en números como el aria del reloj o el final del segundo acto que en forma de “Krakowiak” concluye este cuadro.
“La Mansión encantada” fue un éxito a pesar de que una revolución fallida en Polonia retrasó su estreno. El 28 de septiembre de 1865 se estrenó y desde entonces es pilar del repertorio operístico de su país y símbolo patriótico de Polonia.
El carácter local de la trama de la ópera así como la dificultad de encontrar voces que canten en polaco son las razones por las que la obra nunca se impuso fuera de su país. Esto no tiene que ver, por supuesto, con la calidad musical de la obra.
La trama de “La Mansión encantada” está bien construida. Dos hermanos soldados han regresado de la guerra y visitan su pueblo natal. Ahí juran jamás enamorarse para dedicarse completamente al servicio de su patria. Sin embargo su tía tiene planes para esposarlos con sendas muchachas de la localidad. Desafortundamente (para la tía) ellos realizan un viaje para visitar a un viejo amigo de su padre, esto a pesar de las protestas de la tía quien les dice que la Mansión está encantada. En la mansión son recibidos con amabilidad y pronto quedan prendados de las dos hijas del viejo señor. Viendo la tía que esto puede arruinar sus planes de casamiento esparce – con la ayuda de un jóven pusilánime que también está prendado de las hijas – un rumor sobre la falta de virilidad de los jóvenes. Esto no agrada mucho al dueño de la mansión y para poner a prueba su valentía los hace dormir en la “habitación encantada”. Por la noche algunos personajes disfrazados de fantasmas(incluyendo las hijas del señor) intentan asustar sin éxito a los dos hermanos y a su sirviente. Después de una serie de enredos, el señor de la mansión se da cuenta de los falsos rumores sobre la valerosidad y honor de los jóvenes y permite el matrimonio con sus hijas. Al final de la ópera cuenta la verdadera historia de “La Mansión embrujada”; Debido a que las hijas de un ancestro suyo eran muchas y todas de gran belleza, los hombres del poblado iban a buscar fortuna a la casa señorial desairando a las muchachas del poblado. Estas para vengarse esparcieron el rumor de que la mansión estaba encantada.
Te pido despojarte de cualquier prejuicio o atadura que pueda entrometerse en la posibilidad de escuchar y disfrutar óperas de otros países y en un idioma inusual. Déjate llevar por la música. “La Mansión encantada” posee momentos de gran belleza. El preludio emula al reloj del cuarto embrujado y trata de engañar al oyente haciéndole creer que la obra va a ser tenebrosa. Sin embargo la viveza de los ensambles, la comicidad rústica, las polonesas, mazurcas y krakowiaks impregnan la obra con su sutileza melódica, orquestación delicada y el goce de la escritura vocal. Vale la pena destacar también el aria del señor de la masía que es una polonesa (Acto II), ambas arias para las hijas tienen una cualidad belcantista bien lograda. El aria del reloj para el tenor principal(uno de los hermanos) es una obra melancólica que recordarás por días y finalmente la gran mazurca, con la que concluye la obra, es un gran cuadro vocal que nos muestra el control completo de Moniuszko sobre las formas musicales de su terruño así como su maestría en el manejo de coros y ensambles.
Existe una grabación excepcional de los 1970’s, con las mejores voces de la ópera polaca de la segunda mitad del siglo XX. Se puede encontrar en los sellos discográficos “Polskie Nagrania” y “Phoenix”. Los artistas incluyen al gran barítono Andrzej Hiolski, el bajo Leonard Mroz y al tenor Wiezlaw Ochman, todos de calibre internacional. La dirección excepcional es de Jan Krenz.
Hay una grabación nueva de los 2000 en EMI. No la he escuchado completa pero el sonido y la dirección aparentemente están de primer nivel así como las voces femeninas. No así las voces masculinas. Lo que he escuchado está bien pero no alcanza los niveles de la anterior.
En todo caso la grabación de “Phoenix” es la mejor carta de presentación de esta obra encantadora que no veremos mucho en los escenarios occidentales o latinoamericanos. De nosotros es la derrota.