Celebrando el 150 aniversario luctuoso de ese primer gran compositor romántico francés, Hector Berlioz, la Ópera de Bellas Artes presentó en forma de concierto, con algunos destellos de trabajo escénico (En el que sin embargo se podría haber trabajado más) la leyenda dramática “La condenación de Fausto”, quizás la primera ópera contemporánea de la historia en el sentido dramatúrgico pero también con esa música heredera del clasicismo francés en esencia pero con hallazgos melódicos, armónicos y de color orquestal únicos en su tiempo y que siguen desconcertado a algunos.

Berlioz no es un compositor para todos los gustos, recientemente un amigo me decía “No es un compositor de los más importantes”, pero aquellos que estamos prendados del periodo clásico y la transición de este al romanticismo lo consideramos uno de los grandes.

La ejecución, en la suma total de sus partes, fue un digno trabajo que se convierte, prácticamente, en el canto de cisne de Srba Dinic al frente de la Orquesta de la Ópera de Bellas Artes. Desde su gestión el instrumento ganó en refinamiento, principalmente las cuerdas y alientos. Estos han alcanzado un grado notable de plasticidad en donde hoy quedó bien ilustrado por el sonido de las maderas, siempre importante en Berlioz. Salvo el ocasional gallo en las trompetas (Como en la llamada a retirada) y ciertos momentos de ensamble menos preciso en la primera escena de la obra, la ejecución sonó a Berlioz.
Siendo quisquilloso me parece que se puede trabajar un ataque más intenso en las canciones de la rata y la pulga. Curiosamente la ubicación de los timbales y percusión no fue muy afortunada pues el sonido se escuchó difuso, algo que hizo deslucir a la marcha de Rákóczi.  En cambio la cabalgata al infierno fue un momento memorable por el colorido de la ejecución y el pulso creciente ideal.

El coro de la Ópera de Bellas Artes se lució con una interpretación generosa, quizás no avasalladora en sonido pero saliendo avante en los difíciles coros incluyendo la fuga de la taberna. Se pudo sacrificar algo de pulcritud musical por caracterización pero los dos coros finales (Demonios y ángeles) sonaron ideales, incluyendo la afortunada intervención del coro de niños Schola cantorum de México.

En cuanto a los cantantes, la mezzo canadiense Nora Sourrouzian, se llevó las palmas de la noche por el estilo, dicción y una voz agradable, lírica que desplegó unas frases excelsas en las dos grandes arias. ¡Qué soberbias páginas son estas! La primera por poseer una melodía única, misteriosa, la segunda por el poder emocional.

Arturo Chacón fue un Fausto que estuvo entre lo discreto y lo digno. Comenzó frío y dejo lo mejor para los actos finales con un canto más vibrante. Su voz lírica alcanzó su límite en la temible tesitura de Berlioz. Es claro que su repertorio actual lo aleja de este tipo de páginas.

Denis Sedov conquistó por su caracterización de Mephisto y porque la voz en el centro y abajo es imponente. Desafortunadamente este rol es uno más ideal para un barítono-bajo pues en su registro alto la voz perdió foco y fuerza. Era como un bajo ruso o verdiano irrumpiendo en una página que requiere mayor ironía y manejo elegante del idioma.

El Brander de Ricardo López cumplió con garbo en su corto papel, pero igualmente aquí el idioma lo es todo, algo que no se resolvió completamente.

Quizás la pregunta fundamental es si veremos algún día esta página escenificada, tan ideal es para los nuevos medios de expresión visual.