En esta ocasión quisiera invitarte a descubrir Caterina Cornaro de Gaetano Donizetti, obra poco conocida aunque no completamente desaparecida. En una entrada anterior del 13 de febrero de 2009 realicé una breve introducción a este gran maestro. Te invito a leerla.
Caterina Cornaro es un drama basado en personajes y hechos históricos; Jaime II de Lusignan, Rey de Chipre quien, para obtener el apoyo de la República Veneciana en contra de los otomanos, casa con la noble veneciana Caterina Cornaro. Desafortunadamente dicha alianza propició la toma final de Chipre por parte de la república de Venecia al morir Jaime II misteriosamente envenenado. Caterina Cornaro asumió el reinado de Chipre pero una década después fue destronada por los mercaderes de Venecia.
La ópera narra el conflicto político arriba descrito al mismo tiempo que Caterina tiene que hacer frente a su antiguo amor (al cual tiene que rechazar por órdenes de su padre que la cede, por amenazas, al rey de Chipre), a las intrigas venecianas (encabezadas por el detestable Mocenigo) y a su matrimonio por conveniencia. Finalmente a la muerte de su esposo (que en la ópera es retratado con gran nobleza) ella asume el trono de Chipre con convicción.
El libreto del prácticamente desconocido Giacomo Sacchero es concentrado y está bien construido, bien podría haber salido de la pluma de un Cammarano. La ópera está construida en un prólogo (en Venecia) y dos actos (en Chipre). El interés de la trama se mantiene hasta el conmovedor final con la muerte de Lusignano y la extensa aria final de Caterina. Es interesante recordar que este tema ya había sido tratado anteriormente por Fromental Halevy en su “Reine de Chypre” y por “Franz Paul Lachner con su “Caterina Cornaro”.
Donizetti pensaba destinar su ópera (al principio llamada “Regina di Cipro”) a Viena en 1842 pero una producción de la ópera de Lachner (arriba mencionada) lo hizo desistir. En cambio compuso “Maria di Rohan” para Viena y destinó Caterina Cornaro para su antiguo teatro; Teatro San Carlo de Nápoles.
Caterina Cornaro se constituiría como el último estreno en vida del compositor. Donizetti ya estaba considerablemente enfermo de una sífilis avanzada y afectado de sus facultades como para hacer el viaje a Nápoles (residía entre Paris y Viena en esas épocas) por lo que envió la partitura a Mercadante para que supervisara la producción. La obra resultó un fracaso completo a pesar de algunos artistas interesantes. Únicamente se mantuvo en cartelera 6 funciones. Un año después, en 1843, se repuso en Parma con alguna modificación mínima de Donizetti pero la obra no se pudo sostener en el repertorio.
La ópera desapareció hasta 1972 y 1973 años en los que se rescató para producciones y conciertos en Nápoles, Londres, Nueva York, Paris y Barcelona. Las divas de esas funciones del siglo XX fueron nada menos que Leyla Gencer y Montserrat Caballé. Los tenores Jaime Aragall y José Carreras. A pesar del éxito (captado para el disco) Caterina Cornaro volvió a desaparecer hasta 1995 (Teatro Donizetti Bergamo).
Historiadores y periodistas importantes de la ópera como William Ashbrook y Piotr Kaminski han señalado la calidad de Caterina Cornaro, calidad que en buenas voces debería de traducirse en pieza de repertorio. La obra, además de mostrarnos a un Donizetti alerta al drama del libreto encierra diversos momentos memorables. La inspiración melódica de Donizetti es de su primera línea.
El Prólogo está brillantemente construido en dos partes; Después de un breve preludio que comienza festivo y tierno –representando los preparativos nupciales de la boda de Caterina y Gerardo- y torna oscuro – anticipando la desgracia que acontecerá- hay un coro inicial seguido de un exquisito duettino para tenor y soprano con ambas voces amalgamadas al estilo de “Tornami a di” de Don Paquale. Entra la oscura figura del villano Mocenigo (bajo) con acentuaciones amenazantes de la orquesta y da paso a una soberbia cavatina en dos partes, una de las más bellas compuesta por Donizetti para este tipo de voz. El primer bloque concluye con un ensamble-stretta vital y dramático en el cual se revela la cancelación (impuesta) de la boda de Caterina y Gerardo.
El segundo bloque del prólogo comienza con un coro atmosférico seguido de la bellísima aria con cabaletta de Caterina “Vieni o tu che ognora” con un acompañamiento terso que incluye cornos atenuados y arpa. La cabaletta es luminosa y permite gran lucimiento del arsenal vocal de la soprano. El Prologo concluye dramáticamente con un magnífico dueto para tenor y soprano en el cual Caterina rechaza (bajo amenaza) el amor de Gerardo. La primera parte está compuesta de dos solos con temas distintos “Spera in me” primero el tenor con una línea amorosa después la soprano con titubeos y un tema pleno de melancolía, la parte central es un recitativo dramático (tempo mezzo) que concluye en una stretta “Va crudel” en donde la parte de tenor requiere de amplio fuelle y slancio. La línea de la soprano no es menos dramática. El número concluye espectacularmente con ambas voces en simetría.
El Primer Acto es el centro de la obra, el más extenso y dramático. Comienza con un pequeño preludio de tintes folklóricos para dar paso a una escena con Mocenigo y un pequeño dueto entre este y Strozzi (tenor comprimario). El aria de Lusignano (barítono, nuevo esposo de Caterina) es de lirismo ardiente con una línea melódica memorable y noble en el estilo de la música de Don Alfonso en La Favorite. Continúa un oscuro coro de sicarios. El dueto de la amistad para tenor y barítono confronta a los dos amores de Caterina, la nobleza de ambos se interpone y esto es rebelado en este número que antecede a páginas similares de Verdi y otros compositores italianos. La primera parte “Vedi: io piango” con la línea melódica lastimera del tenor respondida por un tema noble y amplio del barítono. Después del tempo di mezzo la stretta une a ambas voces de forma espectacular. El coro de mujeres tiene el encanto expansivo de páginas similares de Donizetti (y porque no decirlo, Verdi). Enseguida viene una romanza afectuosa de Lusignano destinada a su esposa Caterina. El dueto de Gerardo y Caterina, que se reencuentran una vez más, es seductor y emotivo (sobresale la tonalidad menor) pero ligeramente convencional comparado con el del prólogo. La Stretta mantiene un ambiente melancólico y lánguido. El acto concluye con un formidable cuarteto para soprano, tenor, barítono y bajo en donde se desenmascaran las intrigas de Mocenigo. La stretta final de este ensamble “Va fellon” posee la energía de los mejores ensambles Donizettianos, la participación del coro en la parte final lo concluyen de forma espectacular.
El acto segundo y final se desarrolla en ambiente de guerra (entre Venecia y Chipre) el tañido de campanas irrumpe a lo largo del breve y dramático preludio (sobretonos de Huguenots de Meyerbeer). El aria de Gerardo “Io trar non voglio” es emotiva, compacta y de gran belleza, es rematada por una cabaletta espectacular y marcial en el molde del Donizetti tardío y Verdi temprano. Después de un coro de mujeres, Caterina Cornaro concluye con una amplia arquitectura típica de Donizetti; Gran escena final para Caterina que inicia con un larghetto “Pieta o Signor” con solo de cornos para dar paso a un tempo mezzo que esencialmente está constituido por un cantabile emotivo del moribundo Lusignano “Sposa perdona” con unas cuerdas sincopadas y tremolas que reflejan el estado del personaje. La obra concluye con una cabaletta de rigor para Caterina “Non piu afán” plena de resolución en su asunción al trono de Chipre. De esta forma concluye brillantemente, no sin cierta amargura, esta magnífica ópera.
Recomendación discográfica
Dada su limitada historia en teatros de ópera las grabaciones de Caterina Cornaro son todas tomadas de concierto o representaciones. Espero en un futuro que Opera Rara considere grabar esta obra para tener, al menos, una versión discográfica en estudio. No que considere el estudio superior a en vivo. Me parece que ambos tipos de grabación son complementarios; Se cambia espontaneidad y esa “frisson” entre público y artistas por una interpretación cuidada, musical y en sonido pleno. Hay al menos 5 grabaciones de Caterina Cornaro que se pueden trazar.
– 1972 ; Gencer, Aragall, Bruson, Clabassi, Cillario / Varios
– 1972; Caballé, Carreras, Saccomani, Mazzieri, Cillario / Opera d’oro
– 1973; Caballé, Aragall, Edwards, Howell, Masini / Phoenix
– 1974; Rinaldi, Garaventa, Montefusco, , Boncompagni / Bongiovanni
– 1995; Mazzola, Ballo, Antonucci, Giusepini, Gavazzeni
La versión de 1972 es en sonido muy variable e incluye a una Gencer vocalmente desigual ya no en plenitud aunque alerta desde el punto de vista dramático. Aragall se constituyó como el gran Gerardo del Siglo XX y Bruson es el gran estilista de siempre. Por la mediocre toma sonora no puedo considerarla más que para historicistas o aficionados a alguno de estos artistas.
La versión Opera d’ oro posee un sonido aún peor que quizá ha influido en una apreciación incorrecta de la obra. No importa que Caballé y Carreras hagan una extraordinaria pareja.
La versión en Phoenix es la mejor de la obra, versión de concierto en Paris con sonido stereo. Gianfranco Masini dirige una prestación orquestal si bien no inmaculada y con algunos detalles y desafinaciones, muy comprometida con el estilo belcantista, tiempos fluidos, fraseo cálido e impulso dramático donde se requiere. La Orquesta de la ORTF cumple. El coro no es inmaculado pero canta con intensidad y suficientes dinámicas sonoras para causar placer.
Montserrat Caballé como Caterina Cornaro fue dueña de este papel. Con la diva catalana no hay que lamentar las irregularidades vocales de la Gencer. Su trabajo dramático evoluciona a lo largo de los actos desde el inocente lirismo del prólogo hasta la reina imponente del último acto. Su voz amplia, lírico-spinto, está en plenitud, pianissimi de ensueño, fraseo majestuoso, agudos firmes y potentes. Toda una lectura del personaje.
Jaime Aragall también en los 70’s alcanzó su plenitud. Exhibe una voz de tenor lírica de una belleza pocas veces igualada. En esta versión quedan plasmadas todas las virtudes del mejor canto de este maestro así como alguno que otro defecto; Fraseo de ensueño, verdadero slancio, agudos firmes, soporte ejemplar. Aparte de dos o tres momentos de entonación sospechosa Aragall se muestra como una de las grandes voces de su tiempo. Este es uno de los mejores testamentos en disco de este artista que cuando estaba en forma pocos lo alcanzaron.
Ryan Edwards canta un Lusignano sólido, melifluo en sus bellas romanzas, su voz de buena pasta, expresiva y con buenos agudos. El timbre es ligeramente similar al de Milnes pero sin sus excesos. Su entonación a veces es variable bajo presión pero da gusto encontrarse voces de barítono de estas características en una época donde dicha tesitura está en crisis.
Gwynne Howell demuestra por qué fue el gran bajo cantante inglés de la segunda mitad del siglo XX (únicamente igualado en los mejores trabajos de Robert Lloyd). Voz imponente, expresiva. Su registro bajo, sonoro y sólido es ejemplar al igual que la belleza de su fraseo. Los comprimarios son aceptables. Gerard Friedman, excelente tenor francés comprimario, tiene aquí algunos apuros en un estilo en el que no se encuentra tan a gusto.
La grabación de Bongiovanni también posee un excelente sonido y es una 2ª opción después de la de Phoenix. No la conozco completa pero los fragmentos escuchados con Margherita Rinaldi y Ottavio Garaventa los muestran en plenitud. Rinaldi posee un instrumento lírico de menos peso que Caballé pero sigue siendo una voz impecablemente usada y de refinada expresividad. Garaventa en aquella parte de su carrera tenía una voz de tenor lírico, fresca y bella con buen fraseo.
Desconozco la versión más moderna con un legendario y veteranísimo Gianandrea Gavazzeni en uno de sus últimos trabajos.